jueves, 24 de mayo de 2012

Fascismo en Italia


Fascismo
La formación del Estado fascista en Italia inicio en 1922. Dos décadas más tarde, concluyendo la II Guerra Mundial, llegaría su fin, cuando el último reducto de Mussolini, la República de Saló (República Social Italiana), sustentada por los alemanes, fue derrotado por los aliados.


El líder indiscutible del fascismo italiano fue Benito Mussolini, nacido en 1883 en el seno de una familia de origen humilde (su padre era herrero).

Se formó como maestro de escuela y ejerció como tal durante cinco años, militó en el Partido Socialista Italiano desde 1900 hasta 1914, fecha en que fue expulsado de la organización por defender la entrada de Italia en la guerra, frente al neutralismo del partido. En 1915 fue militarizado y en 1917 gravemente herido en combate.


Una vez recuperado se embarcó en una intensa actividad política y periodística, ejerciendo su labor en el periódico “Il Popolo”, que él mismo había fundado en 1914.
En 1919 constituyó en Milán el grupo de carácter paramilitar los “Fasci di Combattimento” (fascios italianos de combate), grupo paramilitar, de ideología ultranacionalista, anticomunista y antiliberal, cuyos miembros lucían uniformes de color negro. De ahí surgiría en 1921 el Partido Nacional Fascista.









 
Mediante la acción violenta sobre socialistas, comunistas, anarquistas y, en general sobre todos los demócratas italianos, logró alcanzar el poder en 1922, creando un régimen totalitario constituido en precedente y modelo de otros tantos surgidos en Europa a lo largo de la década de los treinta



Antonio Gramsci 
Le seguía en importancia el Partido Socialista, sujeto a fuertes tensiones internas que terminaron con su ruptura en dos sectores. Uno de ellos se convirtió en 1921 en la tercera fuerza política italiana: el Partido Comunista, de carácter revolucionario, integrado en la III Internacional (Komintern) y entre cuyos fundadores destacó el pensador y escritor Antonio Gramsci.
La progresión del Partido Fascista fue rápida. En 1920 sus miembros protagonizaron numerosos actos de violencia frente a militantes de izquierda y sindicalistas. En 1922 su presencia en la vida política italiana era ya un hecho, copando numerosos gobiernos de carácter local y provincial y reuniendo en sus filas numerosos simpatizantes procedentes de círculos empresariales, la Iglesia y el Ejército.
Los grandes propietarios industriales y agrarios, los católicos, los conservadores, atemorizados por las proclamas revolucionarias del izquierdismo más radical, se refugiaron en el profundo anticomunismo de los “fasci”.
En ese ambiente se produjo el definitivo asalto al poder del fascismo. La oportunidad llegó tras la “Marcha sobre Roma” organizada en el mes de octubre de 1922. Mediante esa maniobra los fascistas pretendían forzar la dimisión del gobierno constitucional e imponer el de Mussolini.

La marcha sobre Roma
La Marcha sobre Roma movilizó a miles de fascistas de todo el país que se dirigieron desde Nápoles hacia la capital. Ataviados con característicos uniformes, “los camisas negras” fueron conducidos por Mussolini que permaneció en Milán a la espera del desarrollo de los acontecimientos.
En 1924 se celebraron elecciones generales en un ambiente de tensión y violencia. De 7 millones de votos algo más de 4 fueron para los "fasci", mientras que 3 recayeron sobre la oposición. Sin embargo, aquellos obtuvieron mayoría gracias a una ley electoral aprobada en 1923, según la cual el partido que obtuviese un 25 % de los votos se alzaría con una representación de dos terceras partes de la Cámara.
Las denuncias en el Parlamento del diputado socialista Giacomo Matteoti de las arbitrariedades y la violencia cometidas por los fascistas precedieron a su secuestro y posterior asesinato. Todo indicó que el responsable de tal crimen había sido Mussolini

Giacomo Matteotti

El escándalo y las protestas que se elevaron desde todos los sectores políticos, la prensa y el extranjero arrinconaron a Mussolini. Diversos sectores de la coalición de gobierno le volvieron la espalda.

El Partido Popular de Sturzo e importantes sectores de la Iglesia condenaron el hecho.

Los intelectuales y el mundo académico firmaron un comunicado de rechazo. Mussolini fue repudiado internacionalmente y el fascismo estuvo sujeto durante meses a una fuerte crisis que a punto estuvo de costarle el poder.

Los diputados de la oposición abandonaron el Parlamento. Ya no volverían a ocupar sus escaños.


Atracción por el fascismo
 



Pese a su crítica posición, Mussolini conservó el poder merced al rey que no lo relevó del gobierno. A partir de entonces su labor se concentró en silenciar cualquier tipo de oposición.
En 1925 suprimió los partidos políticos, los sindicatos y la libertad de prensa, mandó arrestar a los líderes de izquierda 
(Ej. Gramsci). Centenares de miles de italianos hubieron de exiliarse. Nacía el Estado totalitario controlado por un líder fuerte e indiscutido.
Para atraerse a las masas, los regímenes fascistas pusieron gran empeño en controlar los medios de comunicación, especialmente, la radio y la prensa. Una vez en el poder abolieron la libertad de opinión, persiguieron a los periodistas independientes y utilizaron masivamente la propaganda para inculcar valores como patria, jefe, raza, etc.

Maestro sin igual en esas prácticas fue el Ministro de Propaganda del III Reich, Joseph Goebbels


Junto a esos medios se empleó el terror, la delación, la represión y la reclusión en campos de concentración, valiéndose incluso del asesinato. 

En 1936 los Juegos Olímpicos se celebraron en Berlín. Hitler aprovechó la ocasión para transmitir al mundo la imagen de una Alemania moderna, fuerte y unida bajo un indiscutible liderazgo.
http://www.youtube.com/watch?v=o1I30dCKZZY&feature=player_embedded
Simultáneamente, se pretendió ofrecer una imagen atractiva del régimen, tanto en exterior como en el interior, mediante el empleo de una parafernalia grandilocuente: exhibición de vistosos uniformessaludos marciales, despliegue de banderas y estandartes, brillantes desfiles militares presididos por los jerarcas, discursos, etc. Se intentaba de ese modo impresionar a las masas y colmarlas  de orgullo patriótico.

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